A partir de la publicación de la “Bitácora para el auto cuidado docente”  en el mes de julio del presente año, el Programa Emociones y Bienestar del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), convoca a una reunión para conversar acerca del contenido de ésta y reflexionar acerca de este instrumento que el Ministerio de Educación pone a disposición de los profesores y profesoras, por ser las emociones en el ámbito educativo un tema central de nuestro quehacer como programa.

Este conversatorio se realiza con la participación de diecisiete profesionales que trabajan directa e indirectamente con el Programa de Emociones y Bienestar en formación inicial y continua, asesorías, investigaciones y sistematizaciones  en el área de la pedagogía y del trabajo docente.  A continuación presentamos el análisis crítico que surge a partir de esta conversación y que pretende ser el inicio de varias conversaciones al respecto.

 

El perfil  de la bitácora

La primera reflexión, es que consideramos valioso que exista una preocupación desde el estado acerca del tema de las emociones. Sin embargo, después de haber leído la “Bitácora para el auto cuidado docente”  y revisado su contenido y sus anexos, nos parece preocupante que esta sea la respuesta que se da en un momento en que estamos en crisis y vemos avanzar inexorablemente una pandemia que afecta a la salud mental, con aumento explosivo de angustias, depresiones y otros hechos tan dolorosos como la violencia intrafamiliar, de género o el suicidio juvenil. La herramienta no cumple, a nuestro juicio, el rol de contención emocional que necesitamos hoy.

 

¿Por qué pensamos esto?

El problema con la Bitácora, no son los contenidos, muchos de ellos sensatos o acertados en una reflexión sobre la subjetividad. El problema es la metodología, que estropea el lugar de esos contenidos en el aprendizaje. Es otro intento de escolarizar la subjetividad, las pasiones, las emociones con toda su inefabilidad, encajonándolas en una opción amparada en el cientificismo, llena “deber ser” y de pretensiones de control sobre esta esfera. Parece agobiante para los profesores, más de lo mismo: encajonamiento y estrés de la subjetividad, tanto así que en un contexto sin la debida contención puede ser incluso iatrogénico. Además, es demasiado extenso y complicado sin ser lo complejo y profundo que el mundo subjetivo es.

 

La Psicología positiva, matriz teórico-epistemológica de la bitácora, pone el control y responsabilidad en el individuo, en su capacidad individual de construir la felicidad mediante “actividades” y “técnicas” que permiten “conducir” sus emociones. Esta aproximación se despliega entre innumerables check lists, instrucciones, matizadas por historias de superación personal en las que, personas con hándicap, “lo lograron”. El tinte moralista queda aún más de manifiesto con elementos como un listado de virtudes, presentados a través de íconos que refieren a la estética medial contemporánea.

Dentro de esta matriz, ya no es la felicidad lo que se persigue, es algo más sofisticado (y foráneo): el perfecto estado es el flow, con sus requisitos, pasos y conductas asociadas. Si bien se invoca a Frankl, el tema de sentido de vida que él propone queda abordado de la misma manera procedimental. Se apela a la vocación de los profesores, catalogándolos como héroes que son capaces de cualquier sacrificio por su noble carrera, lo que resulta una especie de trampa para, muchas veces, aceptar lo inaceptable. Se les valora, pero se les pide transigir sus derechos.

La psicología positiva pierde de vista emociones como el miedo, la rabia, la frustración, la tristeza, tan concurridas en el ámbito educativo, es cosa de conversar con un profesor de aula de un liceo municipal para darse cuenta que las emociones displacenteras emergen con más frecuencia que la felicidad durante el quehacer docente. ¿Cómo se trabajan esas emociones? ¿Desde qué mirada? Si se desconoce el contexto, entonces ¿desde donde emergen estas emociones?

Es fundamental posicionarse desde de un marco más complejo y crítico, donde el individuo no es el único responsable de su bienestar, sino que hay un espacio social y cultural en que surgen las emociones de forma situada. En este sentido, aparece nuevamente la falta de contexto de la bitácora, más parecido al modelo norteamericano del éxito y del resultado que a la realidad educativa chilena en su mayoría. Surge la pregunta: ¿En qué colegios están pensando cuando hacen esta bitácora? Hace falta asomarse a la realidad de miles de liceos y escuelas municipales para darse cuenta que lo que necesitan las y los profesores del sistema no es la búsqueda de la felicidad individual, sino que condiciones laborales dignas, que incluye las remuneraciones y también elementos básicos como baños con papel higiénico, jabón, toalla de manos, salas de profesoras y profesores calefaccionadas, salas de clases con ventanas o cortinas, materiales e infraestructura, proyectoras que funcionen, enchufes en buen estado para conectar un parlante cuando se requiere realizar una experiencia didáctica, el cable, la impresora, el internet que falla, entre otras.

En esta misma línea está el material de apoyo audiovisual que se entrega. Consiste en veintidós videos, la mayoría de ellos en inglés (solo cuatro son en castellano), que da la impresión de ser una recopilación sacada de youtube con experiencias dramáticas de superación de adversidades o charlas motivacionales, sin un trabajo de producción mínimo adecuado al momento actual, a la realidad de los profesores en el Chile de la pandemia. Solamente dos de los videos se acercan a la realidad del país: una canción de Violeta Parra y un testimonio de una profesora que ganó un reconocimiento internacional. Hay dos videos sobre respiración que también están en inglés y que, pensamos, dificultará su uso a la mayoría de los profesores que no son angloparlantes.

Otro punto que nos parece preocupante es la ausencia de las y los estudiantes durante la bitácora, siendo que el trabajo docente se desarrolla en un espacio relacional con niñas, niños y jóvenes. Desde aquí, parece más un instrumento de autoayuda que pudiese ser trabajado por cualquier persona que un material diseñado y dirigido a nuestras y nuestros profesores.

Algunas sugerencias  a  seguir pensando

Para abordar las emociones en su contexto, se requiere un acercamiento mucho más humano y no funcionalista, que no objetive los procesos subjetivos, las emociones o las personas. Se requiere un abordaje no tecnocrático, situado, fenomenológico, que acompañe la subjetividad. El medio importa absolutamente cuando hablamos de emociones. En vez de formatos y cuestionarios, se requieren lenguajes afectivos como los lenguajes artísticos que pueden expresar todo el rebalse de sentido y de lógica a que nos abre la experiencia emocional.  Es imperativo vincular decididamente las artes con las distintas esferas de la educación, particularmente con las que tienen relación con la subjetividad y la sociabilidad. Esta sería una manera profunda de encarnar el aprendizaje y no crear compartimentos estancos y atomizados.

Como estamos en tiempos de crisis, hay que avanzar en vínculo y espacios de apertura y no cierre de las emociones. ¿Cómo lidiamos con experiencias difíciles? Serán cada vez más frecuentes, por lo que tenemos que tener una respuesta desde las comunidades educativas que no solo sea la derivación o la medicalización. Es necesario adoptar un enfoque de trauma y de resiliencia, pero no desde un enfoque individual sino colectivo, comunitario, donde sea posible la experiencia de la empatía y el acompañamiento del dolor a las  comunidades.  En esta línea, formas concretas de apoyar a los profesores en contexto de pandemia serían: producir contenidos, escritos y audiovisuales -por ejemplo entrevistas a psicólogos y profesionales chilenos o latinoamericanos-, en que se aborde el tema del trauma, de los efectos del confinamiento y las formas de enfrentarlo para  ser conversados y analizados; o disponer de un grupo de expertos para brindar apoyo directo a los docentes que lo requieran, un teléfono de ayuda o emergencia, o la creación de grupos de apoyo vía remota (por  zoom o alguna otra plataforma). Cualquier instancia que cree comunidad, vínculos, redes de apoyo permanentes.

Otro tema relevante es el trabajo corporal. Una mayoría de las personas no hace ejercicio físico y para la salud mental es fundamental, sobretodo en estos tiempos de encierro obligado. Sería un buen apoyo para los profesores, vincular la bitácora a videos o clases con ejercicios guiados por profesores chilenos de educación física o instructores de algunas disciplinas, incluyendo facilitadores que expliquen y guíen ejercicios de respiración y meditación en nuestra lengua, con el fin de que quienes lo usen puedan cerrar los ojos y concentrarse en la respiración y no tener que leer los subtítulos, no todos sabemos inglés.

En consecuencia, se requieren metodologías grupales, corporales, artísticas y sociales, abiertas a la expresión del cuerpo y de las emociones reales, con toda la confusión que le es propia, a través de distintos lenguajes además de la palabra lógica y con centralidad en el vínculo. Estas metodologías pueden apuntar a un conocimiento situado, en cuerpos, territorios y comunidades, creando a partir de ellos las condiciones para el surgimiento de comunidades de contención, y trabajar con toda la comunidad escolar en esta perspectiva, evitando los sesgos escolarizantes.

 

Santiago de Chile, Agosto 2020